Se supone que las nuevas tecnologías han nacido con la intención de facilitarnos la vida, hacer de ella algo más cómodo. Gracias a ellas hemos dejado de lavar la ropa o los platos a mano, podemos secarnos el pelo e incluso lavarnos los dientes, pero no se queda aquí el avance, a día de hoy podemos hacer compras o incluso relacionarnos con otras personas a un solo clic y hemos llegado al tema de mi entrada, el uso que hacemos de las redes sociales para establecer relaciones personales.
¿Cuándo fue la última vez que le pedisteis el teléfono a alguien en la barra del bar o en la parada del autobús? Son prácticas lejanas y quedan pocos osados que lo hagan, es más, quien se atreva a hacerlo recibirá como primera respuesta un gesto de extrañeza porque, dejadme que os de una noticia: la forma de relacionarse ha cambiado y mucho.
¿El cambio ha sido beneficioso o perjudicial? A priori, el avance siempre es positivo, pues con el estrés y las jornadas laborales actuales nos hemos acomodado en el sofá y nos cuesta una barbaridad salir a tomar el aire, lo que reduce en gran cantidad las oportunidades de hacer amigos o encontrar pareja y es en este punto, en el de ligar, en el que voy a centrarme.
Lo que es cierto es que el modo de ligar, sobre todo entre los jóvenes de entre 18 y 34 años, ha evolucionado. Ahora lo que se lleva es ligar por Internet, más del 50% de la población española reconoce abiertamente utilizar apps para ligar.
Si esa quedada sale bien, es posible que haya varias más, pero lo cierto es que hasta que das con alguien que quiere lo mismo que tú, pues te haces ilusiones o te las crean, pero la realidad es muy diferente, ¿quién no ha escuchado frases como: "En Badoo se folla mucho", "Si con uno te va mal, pues tienes otro", "Tienes a una para cada día", etc? Y esta es la realidad, lo que se ha creado para facilitar que se pueda encontrar pareja se utiliza para relacionarse, sí, pero de otro modo, ahora podemos elegir a la carta, lo que ha hecho que el ser humano huya del compromiso, hemos elegido la libertad y, en algunos casos, el libertinaje y todo vale.
A mí me parece una práctica muy lícita eso de ser libre en este sentido, siempre y cuando ambas parten conozcan las reglas del juego y estén dispuestas a participar. ¿Por qué nos cuesta tanto ser sinceros? ¿Nos da más oportunidades decirle a alguien que nos gusta y que queremos seguir conociéndole cuando, en realidad, lo que queremos es que a alguien que nos haga caso y complazca mientras encontramos lo que buscamos exactamente? La respuesta es complicada, para algunos es fácil recurrir a la mentira, como si eso fuese a ser decisivo para conseguir su fin, es una manera de asegurarse de que al menos se consigue una noche loca, para otros es incómodo el tener que dar el paso de no quedar más y se deja hasta que ya no se puede aguantar más, sin contar con que la otra persona puede estar ilusionada, y en algunos otros casos pues da igual, al fin y al cabo son desconocidos.
Pero bueno, afortunadamente, también hay gente maravillosa, sincera y con las ideas claras, y si tenéis la suerte de dar con esa gente quizá ampliéis vuestro círculo de amistades o incluso encontréis al amor de vuestra vida, no sin antes haber dado varios palos de ciego, a fin de cuentas así aprende el ser humano, a base de tropezar y levantarse.
¿Cuándo fue la última vez que le pedisteis el teléfono a alguien en la barra del bar o en la parada del autobús? Son prácticas lejanas y quedan pocos osados que lo hagan, es más, quien se atreva a hacerlo recibirá como primera respuesta un gesto de extrañeza porque, dejadme que os de una noticia: la forma de relacionarse ha cambiado y mucho.
¿El cambio ha sido beneficioso o perjudicial? A priori, el avance siempre es positivo, pues con el estrés y las jornadas laborales actuales nos hemos acomodado en el sofá y nos cuesta una barbaridad salir a tomar el aire, lo que reduce en gran cantidad las oportunidades de hacer amigos o encontrar pareja y es en este punto, en el de ligar, en el que voy a centrarme.
Lo que es cierto es que el modo de ligar, sobre todo entre los jóvenes de entre 18 y 34 años, ha evolucionado. Ahora lo que se lleva es ligar por Internet, más del 50% de la población española reconoce abiertamente utilizar apps para ligar.
Fuente: El país semanal. Ilustración de Cristóbal Fórtunez |
Si esa quedada sale bien, es posible que haya varias más, pero lo cierto es que hasta que das con alguien que quiere lo mismo que tú, pues te haces ilusiones o te las crean, pero la realidad es muy diferente, ¿quién no ha escuchado frases como: "En Badoo se folla mucho", "Si con uno te va mal, pues tienes otro", "Tienes a una para cada día", etc? Y esta es la realidad, lo que se ha creado para facilitar que se pueda encontrar pareja se utiliza para relacionarse, sí, pero de otro modo, ahora podemos elegir a la carta, lo que ha hecho que el ser humano huya del compromiso, hemos elegido la libertad y, en algunos casos, el libertinaje y todo vale.
A mí me parece una práctica muy lícita eso de ser libre en este sentido, siempre y cuando ambas parten conozcan las reglas del juego y estén dispuestas a participar. ¿Por qué nos cuesta tanto ser sinceros? ¿Nos da más oportunidades decirle a alguien que nos gusta y que queremos seguir conociéndole cuando, en realidad, lo que queremos es que a alguien que nos haga caso y complazca mientras encontramos lo que buscamos exactamente? La respuesta es complicada, para algunos es fácil recurrir a la mentira, como si eso fuese a ser decisivo para conseguir su fin, es una manera de asegurarse de que al menos se consigue una noche loca, para otros es incómodo el tener que dar el paso de no quedar más y se deja hasta que ya no se puede aguantar más, sin contar con que la otra persona puede estar ilusionada, y en algunos otros casos pues da igual, al fin y al cabo son desconocidos.
Pero bueno, afortunadamente, también hay gente maravillosa, sincera y con las ideas claras, y si tenéis la suerte de dar con esa gente quizá ampliéis vuestro círculo de amistades o incluso encontréis al amor de vuestra vida, no sin antes haber dado varios palos de ciego, a fin de cuentas así aprende el ser humano, a base de tropezar y levantarse.
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